martes, noviembre 28, 2006

Soy




Soy un poco viejo y un poco lento,
un poco torpe y un poco tierno,
un poco calmo y un poco serio,
un poco lúcido y un poco listo.

Soy un poco curiosidad y un poco miedo,
un poco incertidumbre y un poco decisión,
un poco pertenencia y un poco libertad,
un poco caballero y un poco rufián.

Soy un poco sed y un poco hambre,
un poco conciencia y un poco audacia,
un poco pensamiento y un poco servicio,
un poco horas y un poco aliento.

Soy un poco lluvia y un poco cielo,
un poco sueños y un poco adulto,
un poco canción y un poco susurro,
un poco letras y un poco pensamientos.




Soy un poco cana y un poco panza,
un poco distracción y un poco cansancio,
un poco tarea y un poco sueño,
un poco atención y un poco juego.

Soy un poco música y un poco silencios,
un poco poema y un poco grosería,
un poco papel y un poco lápiz,
un poco idea y un poco duda.

Soy un poco sonrisa y un poco lágrima,
un poco lamento y un poco alegría,
un poco cariño y un poco olvido,
un poco añoranza y un poco futuro.

Soy un poco amigo y un poco desmemoria,
un poco naturaleza y un poco plástico,
un poco maestro y un poco alumno,
un poco libro y un poco ojo.




Soy un poco hacer y un poco deshacer,
un poco provocación y un poco paraíso,
un poco temeridad y un poco pecado,
un poco salvación y un poco esperanza.

Soy un poco historia y un poco proyecto,
un poco años y un poco nacimiento,
un poco tardanza y un poco adelanto,
un poco caricias y un poco olvidos.

Soy un poco lo que he querido ser y un poco fracaso,
un poco nubes y un poco claridad,
un poco noche y un poco luz,
un poco mano y un poco rechazo.

Soy un poco escrito y un poco lectura,
un poco soledad y un poco ustedes,
un poco visiones y un poco desvaríos,
un poco locura y un poco quietud.

Soy un poco oportunidad y un poco desperdicio,
un poco perdón y un poco venganza,
un poco verdad y un poco pretexto,
un poco mi querencia y un poco extranjero.




Soy un poco beso y un poco bofetada,
un poco error y un poco suerte,
un poco herida y un poco refugio,
un poco sangre y un poco agua.

Soy un poco decir y un poco entendimiento,
un poco posibilidad y un poco deseo,
un poco amanecer y un poco puesta,
un poco hombro y un poco abrazo.

Soy un poco dedos y un poco palabras,
un poco sensación y un poco paisaje,
un poco selva y un poco montaña,
un poco caminata y un poco reposo.

Soy un poco voz y un poco sonido,
un poco oído y un poco lejanía,
un poco temblor de manos y un poco regazo,
un poco arcaico y un poco juventud.

Soy un poco sorpresa y un poco certeza,
un poco colina y un poco valle,
un poco mar y un poco azul
un poco árbol y un poco nido.




Soy un poco ola y un poco perseverancia,
un poco arena y un poco resistencia,
un poco manzana y un poco raíz,
un poco segundo y un poco instante.

Soy un poco trono y un poco pueblo,
un poco turba y un poco dictador,
un poco pobreza y un poco angustia,
un poco solidaridad y un poco injusticia.

Soy un poco imperio y un poco colonia,
un poco fortaleza y un poco sitio,
un poco alhóndiga y un poco silo,
un poco puente y un poco aduana.

Soy un poco película y un poco fotografía,
un poco ciencia y un poco alquimia,
un poco magia y un poco truco,
un poco aldaba y un poco laberinto.

Soy un poco ironía y un poco sentencia,
un poco acorde y un poco disonancia,
un poco piel y un poco transparencia,
un poco mirada y un poco rasguño.




Soy un poco aventura y un poco hogar,
un poco noche y un poco aurora,
un poco valor y un poco explicación,
un poco fantasía y un poco dolor de muelas.

Soy un poco testigo y un poco condenado,
un poco regalo y un poco dolor,
un poco sufrimiento y un poco juramento,
un poco compañía y un poco cobardía.

Soy un poco pie y un poco destino,
un poco felicidad y un poco cosas,
un poco teléfono y un poco desidia,
un poco llanto y un poco lo que no sé.

Soy un poco sigilo y un poco carnaval,
un poco instrumento y un poco intérprete,
un poco realidad y un poco texto,
un poco ayer y un poco este momento.

Soy un poco todo y un poco nada.

Soy un poco vida y un poco fe.

Soy un poco tiempo y un poco eternidad.

Soy un poco amor y un poco tú.

Soy yo.



Blas Torillo.

José Luis Borges. De la creación literaria.

Conferencia en francés dictada por Jorge Luis Borges en el Collège de France en 1983.




Me piden que hable de la creación poética.

La creación poética (...) parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.

Todas esas palabras no significan lo mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.

Con relación a la creación poética he leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce, por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por Baudelaire, por Mallarmé —"El cuervo"—, un poema bastante mediocre en inglés, y explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó, inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo". Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo. Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es decir, uno tiene todo y uno lo expresa.

Y bien, eso puede aceptarse o no. Una cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...




Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por ejemplo, Carl Sandburg —puede ser su mejor discípulo americano—, en fin... todo el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de trabajar.

Pero, a veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra manera de la creación poética.

Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente —no pertenece al hombre sino a la divinidad—, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha leído y lo han encontrado... legible, digamos.

Y bien, mi punto de partida, en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma (...)

En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.

Hay un gran poeta en España en el presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.

Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún peligro.




Yo estoy muy sorprendido de encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez: nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años, entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.

Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.

En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito, intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.

Pero quizá he hablado demasiado. Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de eso... En fin, amigos, gracias.

miércoles, noviembre 22, 2006

Abrazos gratis...


España.

lunes, noviembre 20, 2006

Ser papá




Estoy escuchando esta canción que nació del alma de alguien para su hija.

Estoy aprendiendo que no importa dónde estés, siempre estaré allí y nunca lejos...

Estoy aprendiendo que el océano es siempre cerca y que somos un barco de ternura e infancia.

Estoy aprendiendo que siempre podremos arrullarnos en los brazos de nuestros padres
y que tendremos siempre fuerza suficiente en su amor y cobijo, aunque la vida tarda en enseñarnos...

Que la esperanza de verlos y abrazarlos se obtiene al verte crecer hija y llorar,
aunque sé que tu vida será hermosa e intensa.

Que tu alma puede estar siempre en mi alma
y que tus ojos, aunque muera, tendrán siempre mis ojos...

Estoy aprendiendo que el espíritu de la vida nos ampara y que el día es siempre nuestro.

Que en el principio eras un ángel y ahora eres nuestra vida y sonrisa y desvelo.

Que eres el campo de nuestro futuro y que estaremos vivos siempre en ti y en el corazón.

Que este es nuestro momento y nuestro tiempo, llevando nuestros sueños en el hombro
y nuestras preguntas sobre la compasión y el odio y la caridad y el rencor...

Que habrá milagros después de nuestra vida, como lo eres tú entre tanto.

Estoy aprendiendo que las luces y las oscuridades de nuestro pensamiento
nada tienen que ver con el tiempo de nuestro tiempo juntos
y que aún quedan muchos años y días y segundos en que nuestras manos estarán enlazadas,
a pesar de adolescencias, nuestras y tuya.

Estoy aprendiendo que mirando la lluvia, el verano viene y va
y que todavía en mi otoño, tu primavera estará en mi invierno,
dándome abrigo y ventajas sobre la muerte y que ella no será mientras estés aquí.

Estás aprendiendo a dar amor y estoy aprendiendo a ser papá, todos los días y ya sé y aún no sé...

Estoy aprendiendo a ser tu papá.


Blas Torillo

viernes, noviembre 17, 2006

Quiero creer que estoy volviendo.




Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo


hay tanto siempre que no llega nunca
tanta osadía tanta paz dispersa
tanta luz que era sombra y viceversa
y tanta vida trunca




vuelvo y pido perdón por la tardanza
se debe a que hice muchos borradores
me quedan dos o tres viejos rencores
y sólo una confianza


reparto mi experiencia a domicilio
y cada abrazo es una recompensa
pero me queda / y no siento vergüenza /
nostalgia del exilio




en qué momento consiguió la gente
abrir de nuevo lo que no se olvida
la madriguera linda que es la vida
culpable o inocente


vuelvo y se distribuyen mi jornada
las manos que recobro y las que dejo
vuelvo a tener un rostro en el espejo
y encuentro mi mirada




propios y ajenos vienen en mi ayuda
preguntan las preguntas que uno sueña
cruzo silbando por el santo y seña
y el puente de la duda


me fui menos mortal de lo que vengo
ustedes estuvieron / yo no estuve
por eso en este cielo hay una nube
y es todo lo que tengo




tira y afloja entre lo que se añora
y el fuego propio y la ceniza ajena
y el entusiasmo pobre y la condena
que no nos sirve ahora


vuelvo de buen talante y buena gana
se fueron las arrugas de mi ceño
por fin puedo creer en lo que sueño
estoy en mi ventana




nosotros mantuvimos nuestras voces
ustedes van curando sus heridas
empiezo a comprender las bienvenidas
mejor que los adioses


vuelvo con la esperanza abrumadora
y los fantasmas que llevé conmigo
y el arrabal de todos y el amigo
que estaba y no está ahora


todos estamos rotos pero enteros
diezmados por perdones y resabios
un poco más gastados y más sabios
más viejos y sinceros





vuelvo sin duelo y ha llovido tanto
en mi ausencia en mis calles en mi mundo
que me pierdo en los nombres y confundo
la lluvia con el llanto


vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
conozco este camino de memoria
pero igual me sorprendo.



Mario Benedetti.

jueves, noviembre 16, 2006

Es una tarde...




Es una tarde con los cielos azules tornándose rojizos.
Es una tarde donde puedo ver las nubes abrazándose fuerte, muy fuerte.
Es una tarde con montañas en el horizonte y pájaros en los árboles.
Es una tarde donde el viento descansa cada cuando y su canto me arrulla el alma.

Es una tarde sin Ustedes y me siento solo y lleno de esperanza.
Esperanza por volver a verlas y abrazarlas como lo hacen las nubes,
con sus ojos en el horizonte y los pájaros alrededor de su camino,
con el viento entre su cabello y su canto en un te quiero.

Es una tarde donde mi corazón será rojo cuando las recuerde
y mi esperanza azul, como nuestros sueños.

Es una tarde donde recuerdo sus pasos al dos por uno,
tomadas de la mano como lo que son: Madre e Hija.
Mis dos amores desde siempre y hasta siempre.

Tu
Esposo - Papá.

domingo, noviembre 12, 2006

La sorpresa




Mirarse en el espejo y decirse deslumbrada: que misteriosa soy.

Soy tan delicada y fuerte. Y la curva de los labios conservó la inocencia.

No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se haya
sorprendido consigo mismo.

Por una fracción de segundo nos vemos como un objeto a observar.

A esto lo llamarían tal vez narcisismo, pero yo lo llamaría alegría de ser.

Alegría de encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah, entonces es cierto que no me imaginé, yo existo.

_____

Clarice Lispector.

Enviado por mi amigo Gildardo, desde Chapingo.

sábado, noviembre 11, 2006

Soñar...




… no te hará ningún bien,
si te olvidas de vivir

Albus Dumbledore.
De Harry Potter y la piedra filosofal.
_____

J. K. Rowling

miércoles, noviembre 08, 2006

Milagro


Frida Kahlo


Mi sangre es el milagro que viaja por las venas del aire,

de mi corazón al tuyo.
_____

Frida Kahlo (1910 - 1954)
Pintora mexicana.

martes, noviembre 07, 2006

Otro... distinto


Es que tengo ya 38 años.


Es muy noche y siento unas ganas tremendas de escribir.

Otra vez, como hace ya muchos años, muchos ayeres dicen en las canciones cursis, esas que me gustan y que sigo escuchando, por las que dicen que yo también soy cursi.

No sé si ya perdí esa capacidad de escurrir mi sentimiento en el papel, aunque ahora sea en un teclado. Esa capacidad de condolerme de mí mismo y de sufrir como he sufrido.

No sé si eso pueda perderse alguna vez o seguimos siempre a disposición del dolor y del quebranto y de la lástima por uno mismo.

No sé (¡qué raro que use esta expresión!), no sé digo, si la vida ya no tiene tiempo. A veces siento miedo de la edad, de sentirme viejo antes de tiempo y de no sentirme joven desde ya. Las canas se me echan encima como abejas africanas, pero flacas y blancas, y comienzan los dolores de los huesos, ligeros, casi nadas, como pájaros lejanos que apenas si se ven en cualquier atardecer contra el Popocatepetl -no me gusta decirle Don Gregorio, como dicen que le dicen los viejos que viven en sus faldas, que debieran ser pantalones porque es hombre y Popoca es nombre de hombre-humo o de humo-hombre, como el que ha fumado y ahora quiere sus pulmones de regreso y le reclama a Philip Morris, un yupie que fue chavo banda ¿o no?-.

Me da miedo la edad, siento miedo por esos años que ya no tengo y los que se han ido, como canciones viejas que ya no recuerdo cuando quiero, sino hasta que por casualidad algún programador de radio las programa -¿qué otra cosa podría hacer un pobre programador de radio?- y me ensanchan los lagrimales o la nostalgia por amores que no fueron, por veranos que no se presentaron como yo pedí, por playas o arboledas que no venían como decía en la carta del restaurante de la juventud, aunque no sé si de mi juventud -¡y para colmo no me dieron garantía!-.

Ahora escucho música de entonces y otra que nunca antes se paró en mi oreja y me gusta, pero no me gusta estar aquí solito, escribiendo como con ganas de llorar y de dormir.

Dice la canción que alguien será mi amigo siempre para que no tenga que viajar sólo y solo.

A veces las recuerdo a todas ellas, no a las canciones sino a ellas, con sus besos que no me dieron, por que los que me entregaron en hum-edades nocturnas o de parque o bajo la lluvia, esos los tengo en la memoria, aunque a veces no me acuerde de ellos. Quizá no me conviene o no quiero recordarlos porque duele -¿dolerán los besos, aunque sean de amor o aunque sean en tiempo pasado, copretérito digamos?-.

Otras tardes o noches como ésta, recuerdo y me atormeta y más bien quiero hacer cosas nuevas, no porque tenga aún mucha energía, que parece que toda me la quitó mi hijita, sino porque aún tengo muchos huecos en la mente y debo llenarlos con recuerdos y no tengo suficientes. Sólo es eso, un afán de llenar huecos porque nunca me ha gustado estar vacío y ahora así me siento, cantando canciones de amor que alguna vez significaron algo y que ahora no entiendo ni porque estén en inglés.

Hace poco me invitaron al amor y tuve miedo -¡vaya, qué manía!- de no ser capaz de estar con ese amor y hacerlo y ahora no sé qué más debo escribir porque me duele la ingle derecha por esa invitación.

(El corazón me late aprisa, como queriendo dormir pronto, y recuerdo una noche en Guadalajara en una disco y otra en León y lo que recuerdo es que no me gustan las discotecas, porque nunca he podido platicar en ellas ni nunca pude ligar una muchacha como hacen todos los que se dicen normales. Si esto se viera en una concha de Veracruz o de Acapulco o en un jarrito de Tlaquepaque diría: Recuerdo de las discotecas visitadas, por la música que acompaña estos teclazos).

Ahora mismo recuerdo una película -Gente como uno, Ordinary people, en inglés- que me llamó mucho la atención y que no tiene que ver con los párrafos de arriba. Es una historia simple de una simple familia americana, pero me acordé porque lo que quiero es no ser extraordinario porque cansa pretender ser extraordinario y no quiero estar cansado.

Pienso que ya son muchas tonterías (babosadas iba a escribir, pero mejor que quede tonterías), pero todo esto es importante porque no quiero dejar de ser quien soy, aunque sé que ya no soy el mismo, soy distinto y nuevo, aunque viejo y casi dormido, aunque en lo mejor de la edad, en la mejor edad: los 38 primeros años de mi vida. ¡Salud!, ¡Vale!, ¡Viva la vida!, ¡Vámonos a dormir -mi alma y yo-, porque ya es tarde y mañana es domingo!

Blas Torillo (Cuando cumplió 38, y lo viene a publicar ahora, a los 46).

jueves, noviembre 02, 2006

El Burro y la Flauta




Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.





Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.

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Augusto (Tito) Monterroso.
La oveja negra y demás fábulas.
Fondo de Cultura Económica / Conaculta. 1991

miércoles, noviembre 01, 2006

Charlie (Cuentos de la guerra)


Segundo, de 5 cuentos sobre la Guerra de Irak.


Eres bueno para tirar con esa pistola, hijo.

Eso dijo su padre el día que fueron a cazar, como regalo de diez años, y no lograron más pieza que un maravilloso día en compañía uno del otro, y la oportunidad, antes de que cayera el sol, de hacer unos tiros a un blanco inmóvil a unas 100 yardas.

Charlie… Charles, era también el nombre de su padre, quien le había puesto el mismo nombre a pesar de las burlas de sus amigos, porque en la Guerra de Vietnam de la que era veterano, a los norvietnamitas les decían así: charlies. Pero a él no le importaban los amigos de su padre, siempre que éste tuviera tanto tiempo para darle y compartir.

Cuando nació, a mediados de los años 70, la guerra había terminado, su padre se dedicaba a hacer trabajos manuales y a cobrar la pensión militar y su madre, Sandy, procuraba rodearlo de un mundo sin violencia, objetivo difícil si se vive en el país que ha participado en más guerras, solo o en coaliciones, en los últimos 50 años.

Para Charlie, hijo único y un idealista de atar, solitario desde el suicidio de su padre poco después de que cumplió doce años, ser estadounidense era lo mejor que le podía pasar a alguien: Uno de los más altos niveles de vida del mundo –al menos en la parte de Estados Unidos que le tocó vivir-, con acceso a las mejores escuelas, hospitales, parques de diversiones, cines y salas de videojuegos, viviendo en un barrio sin pandillas de negros o de latinos o de chinos, en el norte de California, a unas horas de las estrellas de Hollywood, y muy cerca de la más cosmopolita ciudad del mundo: San Francisco, a pesar de lo que dijeran los neoyorquinos.

Sí. Eso era lo mejor que le podía ocurrir a alguien. Al menos a alguien como Charlie.

La escuela elemental y secundaria pasó sin pena ni gloria. Estudiante mediano, que no mediocre; deportista nato, aunque con ciertas excentricidades como preferir jugar tenis de mesa que fútbol; sin mucho interés por las chicas, excepto Winnie, un año menor que él, pero enamorada de otro; prefería las clases de matemáticas que eran especialmente atractivas para él y de vez en cuando la clase de historia de los Estados Unidos. Negado para la literatura o para la biología, decidió aplicar para una escuela técnica, de donde le surgió la idea de volverse ingeniero en sistemas.

La cibernética en esos días era una curiosidad científica, más que una herramienta de trabajo general, pero a él no le importaba. Había decidido ser ingeniero y probar suerte en el área de computadoras. Pero desde la muerte de su padre, la vida no era la misma. Además su madre invirtió mal algunos ahorros y su economía familiar estaba de capa caída. Así que quedaba sólo una opción: ser ingeniero militar y de allí, ver si podía brincar al área de las computadoras.

“Enrólate -decían los anuncios del ejército y de la marina-. Vivirás experiencias de verdad y tendrás la oportunidad de trabajar y pelear por tu país y por la libertad”.

Pero no decían nada ni del trabajo con computadoras ni, sobre todo, de la difícil vida de un veterano de guerra. Él lo sabía porque muchas veces había escuchado a su padre platicar, bajo los efectos del alcohol, las tristes y cruentas historias de cuando estuvo en los campos de batalla en Vietnam. Además, se trataba de una guerra que los Estados Unidos habían perdido, aunque entonces nadie quería recordar eso. Y menos ahora que estaba tan fresco el fracaso de la Tormenta del desierto, en que no habían podido ni derrocar ni matar a Sadam Hussein, antiguo aliado de los americanos en la guerra contra Irán, pero ahora terrorista de estado y enemigo declarado del país y de su pueblo.

Aunque no quedaba nada claro, estudiar en el ejército era la única opción que le quedaba, porque ya no tenían más dinero y era trabajar en cualquier cosa o ser militar. Sus sueños fueron los que decidieron.

Optó por el ejército porque había una unidad muy cerca de su casa y, en cambio, la marina tenía su sede más próxima con posibilidades de estudiar algo relacionado con la cibernética, en San Diego. Muy al sur. Tanto que era casi México y allí habría más latinos que los que podía soportar.

Y no es que fuera racista, pero si no sabía cómo comportarse con alguien de su tipo, menos con personas que no tenían el mismo origen o la misma cultura o que no comprendían que él era ligeramente superior por haber nacido aquí, de padres que nacieron aquí, de abuelos que no eran inmigrantes… es decir, un poquito mejor. Cosa de la que él no tenía la más mínima culpa.

Así que entró al ejército y comprendió un poco mejor a su padre, que hablaba no sólo con emoción de sus días allí, sino con respeto y orgullo. Estar en el ejército era difícil, sí, pero nada que no pudiera soportar. Algunos de sus superiores eran incluso más considerados que el coach del equipo de fútbol o que la maestra de música de la secundaria.

Estar más de cinco años allí le pareció una eternidad, pero no se veía trabajando en otra cosa, viviendo en otra parte, haciendo algo distinto. Así que se quedó. Siguió ascendiendo en el escalafón militar y de pronto se dio cuenta de que tenía privilegios que su padre ni siquiera soñó, en parte porque nunca pasó de ser sargento y en parte porque ahora la situación del ejército era inmejorable. Más protectora de los suyos que en tiempos del presidente Reagan, lo que ya es mucho decir.

Los militares de alto rango habían pasado de los campos de batalla al campo de la guerra de los negocios y de allí a las altas esferas del gobierno. El presidente Bush Jr., era incluso mejor que el padre. Y lo mejor es que comenzó a prometer que llevaría al país a lugares insospechados de liderazgo y conducción del mundo. No era sólo la idea de mantener una economía estable, como con la presidencia anterior, sino de volverse el faro de la humanidad.

Justo cuando mejor le iba en su carrera, siendo un ingeniero destacado y joven, experto militar en sistemas, ocurrieron los lamentables, inexplicables y mortales acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Y entonces sintió que de algún modo alguien tendría que pagar por ello. Nadie supo entonces que el enemigo pasaría de un nombre a otro y a otro, hasta sumar muchos: Todos los que no estén del lado de los Estados Unidos, estarán en su contra, dijo el presidente Bush.

Así que cualquiera podía ser el enemigo. Desde Osama Bin Laden, hasta el más insignificante soldado de algún país perdido en el mapa, cuyo gobierno no se hubiera manifestado abierta, pública y decididamente del lado de los americanos.

Después del fracaso, otro, en la búsqueda, captura y juicio, si quedaba vivo, de Bin Laden, el presidente encontró evidencia de que detrás de todo esto estaba –también- Sadam Hussein, el dictador iraquí, que había sido capaz de matar a su propio pueblo, cosa reprobable y que justificaba también incluirlo en la lista de los enemigos.

Pero sobre todo, si era verdad que había estado detrás de los atentados de Nueva York, se justificaba desde luego la presión y urgencia con que el gobierno buscaba que la ONU le autorizara atacar a Irak. Los ingleses se colocaron de nuestro lado desde el principio y también, un poco sorpresivamente, España y un puñado de países, pero había una fuerte resistencia del lado de otras potencias nucleares. No es cualquier cosa que Francia, Rusia y China te digan que no puedes hacer algo.

Incluso aliados históricos o económicos, estaban dejándonos de lado. Pero nuestro gobierno fue cada vez más congruente, y exigió que derrocáramos al régimen del dictador. Si no se podía acompañados, lo haríamos solos.

La guerra, esta guerra, promete ser la venganza del 11 de septiembre, de la derrota de Vietnam y de la derrota de La tormenta del desierto… No queda más que hacerla para resarcir un poco las heridas, pero sobre todo para realmente poder implantar la democracia auténtica en el mundo, y no simulaciones o caricaturas de democracia.

Así que vamos a participar. ¡Vamos a ganar, Vamos quitar a Hussein! Charlie se embarcó con entusiasmo en esta aventura. Diez años en el ejército no le habían dado la oportunidad de demostrarle a la memoria de su padre que él también podía ser un estadounidense valiente y útil a su país. Servir a los Estados Unidos es mejor y tiene más impacto si se hace en el frente de batalla y no nada más desde un escritorio, frente a la pantalla de una computadora.

Vamos a ganar, dijo el presidente Bush y Charlie lo creyó. Así que cuando llegó con su destacamento a Kuwait, donde se estableció su unidad para partir de allí hacia Bagdad, lo hizo con entusiasmo, casi con alegría. La guerra sería rápida y regresaría a casa como un héroe. Sandy, su madre, estaría orgullosa y quizá hasta se decidiera por fin a pedirle a Karen, teniente en otra división, que se casara con él.

Los preparativos duraron hasta que las negociaciones en la ONU terminaron. Cuando el presidente dijo que no presentaría una nueva propuesta de resolución sobre Irak en las Naciones Unidas, entendió, con todos sus compañeros que la guerra empezaría pronto. Estaba realmente emocionado. Quería ya salir a pelear, porque la espera de casi dos meses, entrenando en el desierto, sin saber siquiera con seguridad si habría guerra, solamente habían inyectado en él y en todos los demás, esa adrenalina de efectos lentos pero efectivos, que invita ya a pelear.

Hasta que llegó el día. Charlie estaba asignado a un helicóptero de combate que sería de los primeros en partir al frente… estaba a cargo de las telecomunicaciones del aparato y se hacía ilusiones de ser el primer soldado que gritara haber visto al enemigo o el primero que descendiera en el centro de Bagdad, luego que las fuerzas en tierra hubieran tomado la ciudad.
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“Eres bueno para tirar con esa pistola, hijo -le dijo su padre casi dos décadas antes. Quizá puedas dedicarte a cazar en tus tiempos libres y salgas con tu hijo en el futuro y repitas este día fantástico, sin atrapar siquiera un conejo. Pero no te vuelvas soldado. No porque serlo sea una vergüenza, sino porque lo único que conoces del futuro es que morirás antes de tiempo”.

Cuando su padre se suicidó, creyó comprender el sentido de esas palabras, pero se dio cuenta de lo que en realidad querían decir, cuando su helicóptero empezó a caer, sin haber hecho un solo disparo contra el enemigo, en lo que después se calificaría de lamentable accidente. Cuando se dio cuenta de que se reencontraría con su padre y con sus palabras, antes de tiempo. Cuando supo que su madre tendría que verlos reunidos otra vez, a su padre y a él, en el cementerio militar, lamentando el mundo violento que quiso evitarle, y que la privó de su familia antes de tiempo.

Sólo comprendió a su padre, unos segundos antes de morir.

Blas Torillo Medrano.
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Los hechos:

La Jornada. 21 de marzo de 2003. Robert Fisk, enviado del diario The independent.

En Bagdad arden edificios, pero la elite gubernamental dice que no pasa nada

Ve la fuente original aquí.

"... El escenario: la villa anexa al Ministerio de Información, en la ribera del río Tigris, presidida por un retrato enmarcado de Saddam Hussein. La hora: poco después de la una de la tarde, mientras las televisiones vía satélite del mundo anunciaban la inminente captura del puerto de Umm Quasr por infantes de Marina estadunidenses, la caída accidental de un helicóptero estadunidense con pérdida de 12 vidas, y mostraban imágenes de hombres vestidos con uniformes iraquíes rindiéndose a tropas británicas."